Hace varios años que no se ha vuelto a
repetir la misma historia, pero, para Zonlo y Neda fue la más trágica que
vivieron toda su vida.
Zonlo era un chico moreno, de cabello
rizo, ojos verdes oscuro, atlético y poseía en su cuerpo dos tatuajes. Conoció
a Neda en la Facultad de Física cuando él tenía veinticinco años de edad. El
primer día de clase, él la vio entrar por la puerta, y se quedó embelesado
mientras ella pasaba por su lado para dirigirse a la cafetería. Él se dio la
vuelta para verla de nuevo y confirmar que no era una alucinación. Zonlo estaba
en ese instante con su mejor amigo, Avir, y este al verlo atónito ante la
hermosura de Neda, le sopló en la oreja izquierda, sacándolo del trance en el
que se encontraba.
— ¿¡Pero se puede saber que haces!? —Le
increpó Zonlo.
—Pues hacerte volver a la realidad, tío.
—Avir, ella va a ser mi realidad, te lo
aseguro.
La mirada de Avir no le indicaba ni la más
mínima confianza en el tema, mas Zonlo estaba seguro de que la iba a
conquistar.
Ella tenía veintiún años. Su cabellera era
castaño rubio, unos ojos marrones preciosos, labios carnosos y un pirsin con un
arete en la nariz.
Ese día, Zonlo empezaba el segundo curso de
física, mientras que Neda comenzaba primero. Era nueva en esa institución, y
una buena razón para que Zonlo pudiera hablar con ella y ofrecerle toda la
ayuda que necesitara.
Después de las primeras clases, tuvieron
descanso. Al salir del aula, Zonlo vio a Neda sentada en las escaleras que
subían a la segunda planta, leyendo un libro. Se acercó despacio mientras
pensaba algo para decirle, fue ahí cuando observó que apoyaba el libro en sus
rodillas mientras recogía la carpeta que tenía al lado para luego irse. En ese
momento, se le cayó el libro al suelo y Zonlo se apresuró para cogerlo y
devolvérselo. Fue ahí cuando contempló algo extraño.
—Relatividad general —leyó—. Si esto se da
en cuarto curso.
—Lo sé, pero me encanta esta rama de la
física. —Dijo sonriendo.
—A ver si adivino. ¿Viajes en el tiempo?
—Pues sí, —afirmó—. Estoy escribiendo una
tesis sobre viajes en el tiempo a través de cúmulos de partículas subatómicas en
túneles ferroviarios.
— ¿Eh? ¿Túneles por donde pasan los
trenes? —Comentó confuso.
—No conozco otro tipo. Ahora si me
disculpas, tengo que irme.
A Zonlo le costó reaccionar y solo pudo
soltar un seco `hasta pronto´. Se quedó de cuclillas pasmado hacia las escaleras…
— ¡Ah! Chico, —dijo la joven unos segundos
después volteando su rostro hacia él —me llamo Neda.
Se quedó mirándola sin saber que decir a
la vez que ella sonreía, al instante se dio de nuevo media vuelta y continuó su
trayecto.
Poco
más tarde, una presencia se situó detrás de Zonlo y le dijo:
—Cuando una chica te dice su nombre, lo
mínimo que debes hacer es decirle el tuyo, pedazo de idiota.
—Silénciate, Avir. Esta chica causa en mí
algo que no sé explicar.
— Yo sí, se denomina erección.
—¡¡Tío!! —Se sobresaltó Zonlo— Te voy a
arrancar la lengua.
Empezó a perseguir a su amigo por el
pasillo hasta que el profesor de ciencias les llamó la atención.
— ¡Vosotros, a correr a la calle!
—No se preocupe profe, Zonlo vio a una
chica, y creo que ya se va. —Expresó Avir con segundas.
Zonlo no daba crédito a lo que había
escuchado, y delante de un profesor.
— ¿Cómo que se va? ¿A dónde? Si todavía no
se han terminado las clases. —Contestó el profesor ingenuo.
—No le haga caso, profe, Avir está de
broma. —Responde a la vez que agarra a su amigo y tira de él para salir de esa
situación.
Los dos se apresuraron alejándose del
profesor. Avir no paraba de reírse y Zonlo se contuvo para no golpearlo por el
inapropiado chiste.
A medida que transcurrían los días, Zolno
se inventaba situaciones para poder hablar con la chica que le gustaba, y ella,
aunque al principio se mantenía a una cierta distancia de él, su insistencia y
el buen rollo que le invadía la hizo acercarse un poco más al chico. Tanto que
acabaron siendo buenos amigos. Pero esta es una de esas veces en donde la
amistad se acabó convirtiendo en algo más.
Los dos llevaban un año juntos cuando
decidieron llevar a la práctica la tesis de Neda sobre los viajes en el tiempo.
Zonlo aportó varias ideas y conceptos en su estudio, y ambos ya sabían por
dónde empezar.
Zonlo conocía un túnel ferroviario que
había descubierto hace diez u once años a unos quilómetros de su casa en el
pueblo, y ya estaba abandonado en aquel entonces. Un domingo, la pareja se
acercó con el coche de Neda hasta ese lugar demasiado perdido y alejado de la
civilización. Bajaron por un camino tan inclinado que a ambos les dio vértigo,
y al llegar al final de él, se encontraron un pequeño puente. Aparcaron cerca y
treparon por un lateral. Al situarse encima, lo vieron; un camino de piedras
por donde antiguamente había carriles de vías férreas, y al fondo observaron
eso que tanto buscaban; el túnel.
—Zon, está ahí —dijo alegre Neda.
—Lo recordaba diferente —expresó Zonlo
emocionado, agarrando de la mano a Neda y acercándose a la entrada del túnel.
A medida que se aproximaban, apreciaban
más vegetación salvaje a su alrededor al igual que un fuerte viento procedente
del interior, era el aire que entraba desde el otro extremo del conducto que
impactaba de lleno en los chicos, siendo una sensación muy extraña, pero
agradable a la vez.
Quisieron explorar ese lugar con más de
cien metros de longitud, y se adentraron en la oscuridad. Zonlo utilizó la
linterna de su móvil para poder ver algo. Visualizaron a su izquierda una
puerta de madera antigua con demasiados cerrojos. Por su cabeza transitaba la
idea de algo importante oculto en su interior, decidiendo echarla abajo para
averiguarlo. Tras varias patadas efectuadas por el chico, la puerta crujió,
formándose una pequeña grieta. Durante unos segundos en silencio, escuchando
únicamente el continuo crujido de la puerta, un ensordecedor impacto la
pulverizó, surgiendo del recóndito emplazamiento una inmensa fuerza de
atracción que absorbió a los jóvenes.
Habían perdido el conocimiento, no
obstante, se despertaron encima de unas vías al escuchar un alejado bocinazo que
se iba acercando. Neda pudo darse cuenta de que era un tren que se dirigía
hacia ellos, avisando a Zonlo y apartándose a tiempo. Vieron pasar la máquina alejándose
de ellos hasta perderlo de vista. Ellos no entendían nada, y al salir del
túnel, contemplaron que todo era diferente; la vegetación que perduraba a su
alrededor era menos salvaje, más joven. No comprendían la presencia de unos
carriles en un lugar abandonado, ni mucho menos la aparición del tren, y para
colmo, el coche ya no estaba.
Decidieron marcharse andando, y a pesar de
que los caminos también eran diferentes, llegaron a la casa del pueblo de
Zonlo. También era distinta; no había vallado, los pinos eran más pequeños, y
los únicos animales que se encontraban eran dos perros.
— ¿Qué está pasando? —se preguntó Zonlo
asustado.
El chico empezó a hiperventilar
presionándose el pecho por una extraña presión en él.
—Respira, Zon. —Intentó tranquilizarlo
Neda— Cuéntame que has visto.
—Estos perros han muerto hace trece años,
es imposible que estén aquí. ¡¡¿Qué coño está ocurriendo?!!
—Vayámonos a Oirgso, —aconsejó Neda— allí
tengo unos amigos, les pediremos ayuda.
Los dos se fueron a la pequeña ciudad, a
unos cuatro quilómetros del pueblo. Por el camino, Zonlo contempló varias
ausencias; el bar Maels, algunas casas, la acera de la carretera y sobre todo,
el gigantesco puente que cruzaba el río. Su pueblo había cambiado mucho.
En la ciudad, también apreciaron los
cambios. Estaban aterrados, y se dieron prisa en acudir junto a los amigos de
Neda. Llamaron al telefonillo y una simpática señora los atendió. En ese
apartamento llevaba viviendo la mujer más de tres años. No había rastro de esos
amigos.
Ya
no sabían qué hacer. De pronto, Zonlo vio a su padre, pero este era más joven, y
estaba acompañado de un niño. En el momento que miró el rostro del pequeño, se
transformó en algo horrible. Los gritos y la violencia que exteriorizaba
alarmaron a gran parte de la gente, incluso Neda se vio obligada a alejarse de
él. Fue entonces cuando el pequeño niño oteó asustado la dirección en el que
se hallaba su yo futuro, y con el contacto visual, la alteración de este
último, aumentó. Su masa corporal fue disminuyendo, su piel se encogía por la
deshidratación intensiva que estaba sufriendo y al final, fue consumido por el
tiempo sin dejar ni un vestigio de su existencia.
Neda estaba e shock, y solo corrió.
Encontró una parada de bus y esperó a que
llegara para marcharse a su casa, a doce quilómetros de Oirgso. Su mente ya no
formaba parte de ella por lo que había visto. Únicamente quería ir junto a sus
padres y no pensó que ya no estaba en su tiempo. Desconocía el hecho de que habían
viajado al pasado.
Cuando llegó cerca de su destino, comenzó
a correr hasta él. Al llegar, intentó abrir la puerta de su casa, pero esta no
se abría. De su interior se escuchaba a alguien manipular unas llaves mientras
Neda se empezaba a sentir también como Zonlo, e iba a peor. Al ver la puerta
abrirse, Neda miró a los ojos de una inocente niña surgir entre la entrada, y
la escena se repitió. La chica cambió a un estado más agresivo y su cuerpo también
se transformó. Ella retrocedió para escapar de ese dolor, pero perdió el
equilibrio y se cayó al suelo. Ya no tenía fuerzas para incorporarse. Su yo
niña del pasado, vio esa terrible escena hasta que todo terminó.
“Si un individuo se encuentra con su yo
futuro en el tiempo del primero, este último cuanto más cerca esté y más vea a
su yo pasado, más se irá consumiendo. No pueden existir dos mismos sujetos en
un mismo tiempo. El invasor tenderá a desaparecer. El tiempo se encargará de
atraerlos para corregir la paradoja.”