lunes, 17 de abril de 2017

HISTORIAS CORTAS: Casualidades Fortuitas

     Me levanté sobre las 09:30, desayuné, eso que no soy mucho de desayunar, y me di una pequeña ducha. Luego me fui de paseo para contemplar la belleza del paisaje. Cerca de donde andaba había un parquecito en donde se escuchaban a unas chicas hablando. Como el que es alcanzado por la casualidad, me dirigí hasta el parque y con disimulo miré a la zona en busca de las muchachas. Una vez localizadas, anduve hasta un banco en frente de donde estaban situadas ellas, y me senté. Eran tres chicas; una morena de pelo liso largo, con unos ojos grandes y labios carnosos. Otra; rubia, pelo corto, piel clara, muy maquillada para mi gusto, con gafas y apariencia de intelectual. La tercera; tenía el pelo castaño, piel latina y con un tatuaje en la parte superior del cuello.
     Yo las miré, ellas me miraron y yo sonreí. Sus rostros reflejaron una mueca de vacilación, al momento se giraron para continuar con sus charlas, aunque bastante más bajo, tanto que ya no escuchaba nada de lo que decían, ni siquiera al voltear la cabeza para apreciar más claro el sonido, tan solo oía murmullos y risitas. Las volví a mirar percatándome de cómo la morenita me miraba de reojo sonriendo mientras seguía hablando con sus amigas. De pronto se acercó a mí, me saludó y nos pusimos a conversar mientras se sentaba a mi lado. Para mí, realmente era preciosa. Su pelo negro caía por su hombro izquierdo, su sonrisa era perfecta, una voz muy dulce a pesar de que parecía un poco pija, pero no sé por qué, eso me excitaba. Seguimos hablando hasta que algo me sorprendió, me invitó a ir a su casa, yo accedí, y fuimos como era de suponer, juntos. Al llegar fuimos recibidos por un adorable gatito blando con zonas agrisadas, era muy cariñoso, luego me di cuenta de que no era el único. Me propuso enseñarme su cuarto. Estaba lleno de peluches e intuí por el colorido de la habitación más el de su cama, que le gustaba el rosa. Después de decirle lo bonito que era y lo bien decorada que estaba, me agarró de la mano, la miré sorprendido, me miró sonriente, me acarició la cara sujetándomela posteriormente y me besó.
     El momento fue maravilloso, los dos nos empezamos a desnudar. Ella al poco rato se quedó desconcertada por algo que vio, yo le expliqué lo que era y no pareció incomodarla. Continuamos. Con nuestros cuerpos semidesnudos, ella se agachó lentamente mientras recorría con sus labios mi torso, e hizo lo que deseaba. Pocos minutos después se levantó, dirigiendo sus labios de nuevo a los míos. Supe que era suficiente, supe que era el momento. La agarré por sus posaderas y la tumbé en la cama, la despojé de su ropa interior para luego separar sus suaves piernas e hice lo que deseé. Después de un rato otorgándole solo para ella el placer que se merecía, recorrí con mis labios lentamente su cuerpo hacia su cuello, entrando los dos en plena armonía carnal. Al terminar, seguimos juntos hasta el anochecer, pero finalmente tuve que irme.
     Fue un día perfecto. La duda que me carcomía era si me había sido sincera acerca de su edad, dijo que tenía 19 años, y la verdad parecía que tenía menos. No obstante, el deseo me turbó, haciendo tal vez, que cometiera uno de los mayores errores de mi vida. Aun así, independientemente de la legalidad o ilegalidad que pude cometer, no me arrepiento de haberlo hecho, sino todo lo contrario.



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