No
entendemos lo que es, lo que sí sé es que no hemos avanzado tanto para
retroceder ahora.
—No
quiero seguir acercándome a eso —dice asustado Leim mientras se agarra a mi
pierna.
—No
seas miedica —respondo—. Imagínate que al otro lado se encuentra tu hogar.
—Mi
hogar es este. Aquí vivo desde que tengo memoria.
Leim
está demasiado atribulado a pesar de que esto puede ser algo muy bueno para él.
Le ofrezco mi mano para que se suba a ella. Necesito que esté conmigo y me
apoye al máximo, no quiero estar sola aunque desee resolver esta situación. Por
suerte leo mucho y recabo mucha información, y tal vez encuentre la manera de
convencerlo.
—Leim,
¿conoces la teoría de la panspermia?
—No.
—Responde, mientras camina desde mi mano hasta mi hombro izquierdo.
—Pues
dice; que uno de los posibles orígenes de la vida en la Tierra, es que venimos
de otra parte del universo, o bueno, al menos hace referencia a su llegada en
forma microscópica. De igual modo, ya que no son excluyentes; hipotetíza sobre
la intervención alienígena. Eso significaría que la Tierra nunca fue el
verdadero hogar ni del ser humano, ni de ninguna otra especie, si no que
surgimos a causa de algún meteorito que impactó con el planeta, o que seres de
otro planeta nos arrojaron aquí como si fuéramos esporas.
— ¿Y tú
crees eso? —me dice con acritud.
—Ni por
asomo. Pero el hecho de que no crea en ello no implica que no sea cierto. A lo
que voy, tal vez estés aquí por alguna razón.
—No te
fastidia. ¡Pues claro! —Continúa él— todo ocurre por alguna razón; se llama
causa y efecto. Si yo ahora te arranco la oreja a mordiscos, yo seré la causa,
mientras que la mutilación de tu oreja será el efecto.
—Eso ha sido innecesario y asqueroso, Leim. —Le
digo con expresión de desagrado— no sé si bajarte para no correr riesgos.
— ¡No,
por favor! Aquí se está muy agustito. —Sonríe, entrecerrando los ojos—. De
acuerdo, iré contigo.
Le
dedico a Leim una gran sonrisa. Después, los dos nos adentramos en esa
imponente brecha espacio-temporal.
Mientras
la cruzamos, siento como algo intenta tirar de nosotros hacia atrás, pero al
mismo tiempo hacia adelante. Como si estuviésemos entre dos imanes los cuales
atraemos. Es una sensación molesta, ni avanzamos, ni retrocedemos. Leim se
esconde dentro de mi chaqueta, para que esa especie de succión no lo separe de mí.
Conforme avanzo, contemplo en la salida más claridad y creo ver el cielo azul.
Al fin cruzo y aparezco en otro mundo, en lo alto de un gigantesco acantilado.
Observo maravillada y un poco intimidada, lo precioso que es todo; un imponente
mar hasta más allá de donde abarca mi vista, escuchando el relajante e
hipnótico sonido de las olas rompiendo con las rocas. Leim sale de su escondite
para apreciar lo mismo que yo.
— Leim,
¿Lo estás viendo?
—En
todo su esplendor. ¿Éste es mi hogar? —Me pregunta tiernamente, sin apartar la
mirada del horizonte.
—No lo
sé, tendremos que averiguarlo.
Leim
nuevamente, comienza a subir hasta mi hombro para así tener una mejor visión
del paisaje. Con sus pequeñas manos medio rodea mi cuello, apoya su cabeza en
la mía y continúa admirando éste grandioso panorama.
Repentinamente,
sentimos en nuestros pies, como la tierra tiembla. Los dos perdemos el
equilibrio, y para no precipitarnos al vacio nos impulsamos hacia atrás,
adentrándonos con fuerza de nuevo en la fisura temporal. Dentro, el temblor persiste
y aparecen varias decenas más de grietas, originando a nuestro alrededor más brechas
dimensionales. Ya no sentimos la sensación de antes, ya nada nos tira hacia
ninguna parte. Creo que las nuevas brechas hacen que se anulen entre sí. Pero
ahora eso es lo de menos, tenemos un grave problema; tras el temblor, muchas
fisuras temporales se han desplazado, y ahora no sabemos cuál es la que nos
lleva al tiempo del que procedemos. Estamos cómo en un universo de color blanco
intenso con demasiadas anomalías. Cuanto más permanecemos en este entorno, más
me angustio. Tenemos que salir de aquí sin importar hacia dónde, cualquier
lugar es mejor que éste.
—Leim,
salgamos por esta —le indico, enseñándole la puerta que acabo de escoger,
mientras lo agarro con las manos.
—Tengo
miedo —me dice.
—Yo
también, pero no debemos dejar que nos bloquee.
Al adentrarnos,
vamos a parar a otro extraño mundo; lleno de incontables hoyos, algunos mucho
más grandes que otros y con un calor insoportable. Poco tiempo después de estar
en este lugar, nos sobresalta un estruendo ensordecedor procedente del cielo gris.
Miramos hacia arriba y vemos cientos de
meteoritos a punto de impactar. Doy media vuelta con Leim en mi hombro y
corremos de nuevo hacia la brecha temporal. Antes de llegar, el impacto de un gigantesco
meteorito, provoca una potente onda expansiva, que me separa del suelo y me
lanza violentamente por la brecha, cayendo de nuevo en el universo blanco.
Justo después, vemos algo curioso; la brecha espacio-temporal desaparece tras
una peculiar implosión; creo que el impacto ha destruido ese planeta. No solo
hay un portal menos, si no que el espacio que este acaba de dejar, es un punto
de referencia para orientarnos mejor en este mar de dimensiones.
Seguimos comprobando las brechas.
Una tras
otra, fracasamos de destino. En muchas, vemos indicios de vida, unas más
avanzadas que otras, pero al no ser nuestro mundo, no avanzamos más, tenemos
miedo de quedar atrapados. No sé el tiempo que llevamos viajando de un sitio a
otro, pero los dos empezamos a tener hambre.
—No podemos
pasarnos la vida así —advierte Leim.
Miro detenidamente a mí alrededor. En todo
ese fondo blanco cubierto de grietas, observo al lado de una de ellas, algo
semejante a una mancha. Me acerco con cautela mientras el borrón va cogiendo
forma y descubro que es mi carnet de identidad. Lo más probable es que se desprendiese
de mi bolsillo cuando la atracción de las dos primeras fisuras me intentaron
succionar. Creemos que ahora estamos ante ellas, confiamos en que en una de las
dos nos lleve a mi hogar.
Todo es
idéntico y estamos desorientados, por lo que no sabemos qué dirección tomar.
—Una de
las dos, es de la que salimos —le digo confiada— ya estamos más cerca.
—Ojalá
tengas razón.
Elegimos una brecha y la cruzamos. Aparecemos de nuevo encima del
acantilado, donde no había más nada que océano a nuestro alrededor, aunque en
este caso, al acantilado le faltaba un trozo, que se desprendería a causa el temblor.
— ¿Sabes
lo que significa esto; Leim? —le pregunto con toda la felicidad del mundo al
averiguar por fin cual nos lleva a casa— Nuestra fisura temporal es la que está
en frente.
La
sonrisa de Leim, es gratificante.
Salimos
de esa dimensión corriendo, cruzamos el universo blanco y nos adentramos en la
otra.
Por fin
llegamos. Sin duda, es este lugar, nuestro lugar. Sin embargo, la trampilla de
madera ya no está, es todo polvo, y al salir al exterior, comprobamos que el
establo se ha desplomado. La casa ha caído y el aire es casi irrespirable, el
firmamento está oculto tras densas capas de nubarrones que rara vez dejan ver
el cielo azul, la vegetación también ha cambiado, es más densa que antes, mi
bicicleta está cubierta por ella y completamente oxidada… todo es diferente.
Empezamos a cuestionarnos si es nuestro verdadero mundo.
Nos
acercamos a las ruinas de la casa, y escucho unos gritos procedentes del portal
de fuera; unas personas me llaman. Me acerco a ellas yo sola y les pregunto que
desean.
— ¡¿Qué
haces aquí sola, niña?! —Me pregunta el conductor— ¿Y tus padres?
—En
casa, supongo. ¿Qué ocurre?
— ¿Cómo
que en casa? ¿Cómo que qué ocurre?
El conductor mira al copiloto; puede que sea su mujer, sin saber cómo
reaccionar, como si yo estuviese loca. Entonces, un chico un poco mayor que yo
sentado en la parte de atrás y que tal vez sea su hijo, me entrega un pequeño
dispositivo para que me lo acople en la parte derecha de la sien. Al hacerlo,
visualizo, escucho, huelo y hasta siento lo que esa extraña tecnología que
jamás he visto, puede hacer; son los cuarenta y cinco segundos más largos de mi
vida. En él, todo tiene explicación. Lo que para mi fueron unas horas en esa
dimensión, para la Tierra han sido ciento diecisiete años, y en ese tiempo todo
ha empeorado. Los volcanes de todo el mundo estallaron a la vez, los tsunamis
destrozaron todo a su paso, las tormentas eléctricas dejaron muchas partes del
mundo calcinadas por el fuego, y las grandes organizaciones intentan mantener
un orden a pesar de todo el caos que existe a causa de los rebeldes.
Desconcertada, salgo corriendo en dirección a casa mientras esa gente baja
del coche para intentar detenerme. Sin que se den cuenta, agarro a Leim y lo
escondo en mi chaqueta, luego me dirijo de nuevo a la brecha dimensional. Antes
de poder cruzarla, el hombre me agarra del brazo, impidiéndome la huida.
— ¿A dónde vas? —Replica—
tenemos que salvarte, ven con nosotros.
—Venid vosotros conmigo —Les propongo— yo sí que puedo salvaros.
Me suelto de su mano y me dirijo escaleras abajo por el hueco. Él viene detrás
de mí para llevarme por la fuerza, pero se detiene boquiabierto al observar la
fisura temporal. Me detengo frente a la anomalía, giro sobre mí misma mirando
hacia él, y le digo:
—Esta puerta os guiará hacia otros mundos, decídselo a los demás, salvad
a la Humanidad.
Después de eso, cruzo la brecha, estoy con Leim de nuevo en el universo
blanco. Echo a correr durante un buen rato y elijo una de las singularidades al
azar. Ahora estamos en otro mundo, he escogido bien. El cielo es azul, el aire
puro, el terreno se halla cubierto de árboles frutales y bosques extensos a lo
largo de una verde y suave campiña. Leim sale asustado de mi chaqueta, sin saber
que ha ocurrido. Después de explicárselo, no le ha quedado otra que aceptarlo.
A partir de hoy, tendremos que sobrevivir aquí. No sé lo que le puede
pasar a Leim en este mundo, pero ya lo descubriremos, tenemos tiempo.
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