viernes, 26 de mayo de 2017

HISTORIAS CORTAS: La Criatura Del Tiempo. (2ª Parte)

     No entendemos lo que es, lo que sí sé es que no hemos avanzado tanto para retroceder ahora.
     —No quiero seguir acercándome a eso —dice asustado Leim mientras se agarra a mi pierna.
     —No seas miedica —respondo—. Imagínate que al otro lado se encuentra tu hogar.
     —Mi hogar es este. Aquí vivo desde que tengo memoria.
     Leim está demasiado atribulado a pesar de que esto puede ser algo muy bueno para él. Le ofrezco mi mano para que se suba a ella. Necesito que esté conmigo y me apoye al máximo, no quiero estar sola aunque desee resolver esta situación. Por suerte leo mucho y recabo mucha información, y tal vez encuentre la manera de convencerlo.
     —Leim, ¿conoces la teoría de la panspermia?
     —No. —Responde, mientras camina desde mi mano hasta mi hombro izquierdo.
     —Pues dice; que uno de los posibles orígenes de la vida en la Tierra, es que venimos de otra parte del universo, o bueno, al menos hace referencia a su llegada en forma microscópica. De igual modo, ya que no son excluyentes; hipotetíza sobre la intervención alienígena. Eso significaría que la Tierra nunca fue el verdadero hogar ni del ser humano, ni de ninguna otra especie, si no que surgimos a causa de algún meteorito que impactó con el planeta, o que seres de otro planeta nos arrojaron aquí como si fuéramos esporas.
     — ¿Y tú crees eso? —me dice con acritud.
     —Ni por asomo. Pero el hecho de que no crea en ello no implica que no sea cierto. A lo que voy, tal vez estés aquí por alguna razón.
     —No te fastidia. ¡Pues claro! —Continúa él— todo ocurre por alguna razón; se llama causa y efecto. Si yo ahora te arranco la oreja a mordiscos, yo seré la causa, mientras que la mutilación de tu oreja será el efecto.
     —Eso ha sido innecesario y asqueroso, Leim. —Le digo con expresión de desagrado— no sé si bajarte para no correr riesgos.
     — ¡No, por favor! Aquí se está muy agustito. —Sonríe, entrecerrando los ojos—. De acuerdo, iré contigo.
     Le dedico a Leim una gran sonrisa. Después, los dos nos adentramos en esa imponente brecha espacio-temporal.
     Mientras la cruzamos, siento como algo intenta tirar de nosotros hacia atrás, pero al mismo tiempo hacia adelante. Como si estuviésemos entre dos imanes los cuales atraemos. Es una sensación molesta, ni avanzamos, ni retrocedemos. Leim se esconde dentro de mi chaqueta, para que esa especie de succión no lo separe de mí. Conforme avanzo, contemplo en la salida más claridad y creo ver el cielo azul. Al fin cruzo y aparezco en otro mundo, en lo alto de un gigantesco acantilado. Observo maravillada y un poco intimidada, lo precioso que es todo; un imponente mar hasta más allá de donde abarca mi vista, escuchando el relajante e hipnótico sonido de las olas rompiendo con las rocas. Leim sale de su escondite para apreciar lo mismo que yo.
     — Leim, ¿Lo estás viendo?
     —En todo su esplendor. ¿Éste es mi hogar? —Me pregunta tiernamente, sin apartar la mirada del horizonte.
     —No lo sé, tendremos que averiguarlo.
     Leim nuevamente, comienza a subir hasta mi hombro para así tener una mejor visión del paisaje. Con sus pequeñas manos medio rodea mi cuello, apoya su cabeza en la mía y continúa admirando éste grandioso panorama.
     Repentinamente, sentimos en nuestros pies, como la tierra tiembla. Los dos perdemos el equilibrio, y para no precipitarnos al vacio nos impulsamos hacia atrás, adentrándonos con fuerza de nuevo en la fisura temporal. Dentro, el temblor persiste y aparecen varias decenas más de grietas, originando a nuestro alrededor más brechas dimensionales. Ya no sentimos la sensación de antes, ya nada nos tira hacia ninguna parte. Creo que las nuevas brechas hacen que se anulen entre sí. Pero ahora eso es lo de menos, tenemos un grave problema; tras el temblor, muchas fisuras temporales se han desplazado, y ahora no sabemos cuál es la que nos lleva al tiempo del que procedemos. Estamos cómo en un universo de color blanco intenso con demasiadas anomalías. Cuanto más permanecemos en este entorno, más me angustio. Tenemos que salir de aquí sin importar hacia dónde, cualquier lugar es mejor que éste.
     —Leim, salgamos por esta —le indico, enseñándole la puerta que acabo de escoger, mientras lo agarro con las manos.
     —Tengo miedo —me dice.
     —Yo también, pero no debemos dejar que nos bloquee.
     Al adentrarnos, vamos a parar a otro extraño mundo; lleno de incontables hoyos, algunos mucho más grandes que otros y con un calor insoportable. Poco tiempo después de estar en este lugar, nos sobresalta un estruendo ensordecedor procedente del cielo gris. Miramos hacia arriba y vemos cientos de  meteoritos a punto de impactar. Doy media vuelta con Leim en mi hombro y corremos de nuevo hacia la brecha temporal. Antes de llegar, el impacto de un gigantesco meteorito, provoca una potente onda expansiva, que me separa del suelo y me lanza violentamente por la brecha, cayendo de nuevo en el universo blanco. Justo después, vemos algo curioso; la brecha espacio-temporal desaparece tras una peculiar implosión; creo que el impacto ha destruido ese planeta. No solo hay un portal menos, si no que el espacio que este acaba de dejar, es un punto de referencia para orientarnos mejor en este mar de dimensiones.
     Seguimos comprobando las brechas.
    Una tras otra, fracasamos de destino. En muchas, vemos indicios de vida, unas más avanzadas que otras, pero al no ser nuestro mundo, no avanzamos más, tenemos miedo de quedar atrapados. No sé el tiempo que llevamos viajando de un sitio a otro, pero los dos empezamos a tener hambre.
     —No podemos pasarnos la vida así —advierte Leim.
     Miro detenidamente a mí alrededor. En todo ese fondo blanco cubierto de grietas, observo al lado de una de ellas, algo semejante a una mancha. Me acerco con cautela mientras el borrón va cogiendo forma y descubro que es mi carnet de identidad. Lo más probable es que se desprendiese de mi bolsillo cuando la atracción de las dos primeras fisuras me intentaron succionar. Creemos que ahora estamos ante ellas, confiamos en que en una de las dos nos lleve a mi hogar.
     Todo es idéntico y estamos desorientados, por lo que no sabemos qué dirección tomar.
     —Una de las dos, es de la que salimos —le digo confiada— ya estamos más cerca.
     —Ojalá tengas razón.
     Elegimos una brecha y la cruzamos. Aparecemos de nuevo encima del acantilado, donde no había más nada que océano a nuestro alrededor, aunque en este caso, al acantilado le faltaba un trozo, que se desprendería a causa el temblor.
     — ¿Sabes lo que significa esto; Leim? —le pregunto con toda la felicidad del mundo al averiguar por fin cual nos lleva a casa— Nuestra fisura temporal es la que está en frente.
     La sonrisa de Leim, es gratificante.
     Salimos de esa dimensión corriendo, cruzamos el universo blanco y nos adentramos en la otra.
     Por fin llegamos. Sin duda, es este lugar, nuestro lugar. Sin embargo, la trampilla de madera ya no está, es todo polvo, y al salir al exterior, comprobamos que el establo se ha desplomado. La casa ha caído y el aire es casi irrespirable, el firmamento está oculto tras densas capas de nubarrones que rara vez dejan ver el cielo azul, la vegetación también ha cambiado, es más densa que antes, mi bicicleta está cubierta por ella y completamente oxidada… todo es diferente. Empezamos a cuestionarnos si es nuestro verdadero mundo.
     Nos acercamos a las ruinas de la casa, y escucho unos gritos procedentes del portal de fuera; unas personas me llaman. Me acerco a ellas yo sola y les pregunto que desean.
     — ¡¿Qué haces aquí sola, niña?! —Me pregunta el conductor­­— ¿Y tus padres?
     —En casa, supongo. ¿Qué ocurre?
     — ¿Cómo que en casa? ¿Cómo que qué ocurre?
     El conductor mira al copiloto; puede que sea su mujer, sin saber cómo reaccionar, como si yo estuviese loca. Entonces, un chico un poco mayor que yo sentado en la parte de atrás y que tal vez sea su hijo, me entrega un pequeño dispositivo para que me lo acople en la parte derecha de la sien. Al hacerlo, visualizo, escucho, huelo y hasta siento lo que esa extraña tecnología que jamás he visto, puede hacer; son los cuarenta y cinco segundos más largos de mi vida. En él, todo tiene explicación. Lo que para mi fueron unas horas en esa dimensión, para la Tierra han sido ciento diecisiete años, y en ese tiempo todo ha empeorado. Los volcanes de todo el mundo estallaron a la vez, los tsunamis destrozaron todo a su paso, las tormentas eléctricas dejaron muchas partes del mundo calcinadas por el fuego, y las grandes organizaciones intentan mantener un orden a pesar de todo el caos que existe a causa de los rebeldes.
     Desconcertada, salgo corriendo en dirección a casa mientras esa gente baja del coche para intentar detenerme. Sin que se den cuenta, agarro a Leim y lo escondo en mi chaqueta, luego me dirijo de nuevo a la brecha dimensional. Antes de poder cruzarla, el hombre me agarra del brazo, impidiéndome la huida.
     — ¿A dónde vas? —Replica— tenemos que salvarte, ven con nosotros.
     —Venid vosotros conmigo —Les propongo— yo sí que puedo salvaros.
     Me suelto de su mano y me dirijo escaleras abajo por el hueco. Él viene detrás de mí para llevarme por la fuerza, pero se detiene boquiabierto al observar la fisura temporal. Me detengo frente a la anomalía, giro sobre mí misma mirando hacia él, y le digo:
     —Esta puerta os guiará hacia otros mundos, decídselo a los demás, salvad a la Humanidad.
    Después de eso, cruzo la brecha, estoy con Leim de nuevo en el universo blanco. Echo a correr durante un buen rato y elijo una de las singularidades al azar. Ahora estamos en otro mundo, he escogido bien. El cielo es azul, el aire puro, el terreno se halla cubierto de árboles frutales y bosques extensos a lo largo de una verde y suave campiña. Leim sale asustado de mi chaqueta, sin saber que ha ocurrido. Después de explicárselo, no le ha quedado otra que aceptarlo.
     A partir de hoy, tendremos que sobrevivir aquí. No sé lo que le puede pasar a Leim en este mundo, pero ya lo descubriremos, tenemos tiempo.


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